domingo, 27 de marzo de 2011

ALTO A LA BUROCRACIA

«No es a aquel que tiene que soportar una ley a quien incumbe suplir los fallos que en ella se encuentren, y
que si “Roma” no fue capaz de prever estas y otras hipótesis será porque está mal servida de legisladores
y hermeneutas».
                                                                 José Saramago

Juntas autonómicas, subdelegaciones gubernamentales, diputaciones, universidades, ministerios e innumerables entidades con actividades públicas sufren una tremenda y exagerada incompetencia.
No quisiera generalizar y de esta manera implicar a todo el personal trabajador de estos organismos en el mismo saco de ineficacia; pero si quiero señalar que un alto porcentaje de los empleados burócratas padecen una ineptitud “in crescendo”, y quien más y quien menos lo puede confirmar y lo ha vivido personalmente.
Falta de claridad en los procedimientos, colas interminables (que solo finalizan cuando descubres que no es la correspondiente y tienes que trasladarte a una cola incluso mayor), papeleos innecesarios, excesivos y repetitivos, plazos que no se respetan e información limitada o inexistente, son solo algunos ejemplos de los miles de fallos que soportamos todos.
El hecho de no poner freno a esos fallos permite que la cadena de errores se multiplique, ralentizando el correcto funcionamiento institucional y en ocasiones aumentando listas de espera.
No es de recibo que no se respeten las fechas que nos imponen para la entrega de documentación, como ocurre en multitud de oposiciones públicas en las que puedes sorprenderte con el cierre de admisión de solicitudes varios días antes de la conclusión del plazo.
Tampoco alcanzo a comprender las desgraciadas actuaciones de las universidades.
Personalmente he sufrido los atropellos de la Universidad de León, que acostumbra a saltarse sus propios calendarios de publicación de admitidos en cursos y másteres oficiales, hasta tres veces consecutivas y durante más de un mes, con lo que consigue que sus posibles alumnos no puedan aceptar trabajos u otros estudios ya que deben permanecer a la espera de que algún día, sin previo aviso, a alguien se le ocurra publicar lo que ahora es su labor retrasada.
También la afamada Universidad Complutense gusta de rechazar traslados de expediente después de haberlos autorizado, y tras el paso de varias semanas del inicio del curso, por lo que los afectados nos encontramos instalados en una ciudad de la que nos expulsan y con la única explicación de una carta del llamado “excelentísimo” rector en la que no aclara nada. Y por supuesto la petición de respuestas, información y responsabilidades es completamente ignorada por la jerarquía universitaria.
Se puede pensar que son situaciones muy específicas, pero no son únicas. Todos conocemos trabajadores y funcionarios que acomodados en su sillón se creen seres superiores y te tratan de analfabeto por pedir ayuda ante papeles, solicitudes o procedimientos que nunca has visto; acaso tenemos nosotros la obligación de saberlo todo, o son ellos los que tienen el deber de guiarnos y ayudarnos.
Otros muchos empleados públicos tienen la graciosa habilidad de gruñir y enfadarse cuando piensan que les haces perder el tiempo llevándoles documentación o formularios incorrectos, cuando en realidad lo que ocurre es que sin nuestra presencia no tendrían trabajo.
Lo más curioso es que esto siga ocurriendo hoy en día, con más de cuatro millones de parados esperando para trabajar con la mejor de las sonrisas, y muy capaces de sustituir a los actuales inútiles o para engrosar la plantilla de instituciones que conseguirían mayor agilidad burocrática.
La burocracia actual conlleva una jerarquía vertical de autoridad que nunca resulta suficientemente explícita o delineada, causando confusión y conflictos de competencia, y debemos añadir que en ocasiones los procedimientos en sí mismos pueden considerarse más importantes que las decisiones o, en general, sus efectos.
El cambio de sistema corresponde a los altos cargos institucionales, si bien es verdad que no actuarán hasta que el conjunto de la sociedad se plante y diga «basta ya».
                                               Languedoc

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